(y)
Y la plata seguirá bañando al zafiro aunque
hoy no estés, mientras que el sol, gordo y bajo, tercia ahora una línea
perpendicular hacia mí, aunque no esté allí, apuntándome con su rayo ancho hasta
más allá de donde navegan los polizones en sus barcos.
Y
otra luz, juguetona, fugaz, que culebrea naranja, en el sube y sube de las
olas, en el justo instante que ruge.
Y
acudiré a la orilla, cuando el sol ya hundido, cerque la inmensa plata con el
violeta respingo de llama que se apaga,
para acordarme de ti.
Y
si quieres te contaré mis secretos de equilibrista
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